Con estas palabras el Papa Benedicto XVI saludó a la delegación del club AC Ancona que -acompañada por la dirigencia del Centro Sportivo Italiano-, se presentó ante él y le regaló la nueva camiseta de ese club, al finalizar la Audiencia General de este miércoles en la Plaza de San Pedro.
La ceremonia, a la que por la tarde siguió una presentación oficial, fue el corolario del acuerdo por el que la Iglesia entra decididamente en el borrascoso mundo del "calcio".
Y es que, tal como a veces lo es el alma humana, el fútbol italiano es una suma fragorosa de goces y tormentos.
Entre cielo e infierno
Capaz de conseguir la Copa del Mundo a pocos días de la explosión del más grande escándalo de su historia deportiva -el de los partidos amañados que condenó al Juventus, su equipo más popular y titulado, a la segunda división-, el "calcio" no conoce paz.
Es un deber recuperar la dimensión ética del deporte
Edio Costantini, del CSI
Alterna entre momentos de brillante luz, por ejemplo ganando con el Milan la última edición de la Liga de Campeones y otros de profunda sombra como cuando la violencia y el racismo se adueñan de las gradas.
Si a través de los años la lista de triunfos internacionales -de selecciones y de clubes- que puede mostrar el fútbol italiano es enorme, también lo es la de los escándalos, como por ejemplo por falsificación de balances, evasión fiscal, dopaje, pasaportes falsos, etc.
Ante este panorama la intervención del Vaticano, por intermedio del Centro Sportivo Italiano (CSI), en la gestión del AC Ancona -un club recientemente descendido a la tercera división por estar involucrado en alguno de esos oscuros asuntos que mencionábamos- aparece como un intento decidido de cambiar las cosas.
Por lo pronto, de una las primeras declaraciones a la prensa de Edio Costantini, Presidente del CSI -"es un deber recuperar la dimensión ética del deporte"- se puede deducir la intención reparadora de este paso.
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